Cuando elviento sopla
- Editorial Semana
- 10 abr
- 2 Min. de lectura

Por: Nitza Morán Trinidad
En ocasiones, cuando la naturaleza se hace sentir, podríamos pensar que estamos con las manos atadas. Que solo nos queda prepararnos si los pronósticos lo permiten, o simplemente esperar y observar mientras se manifiesta. A veces, incluso, nos ataca sin previo aviso.
Eventos atmosféricos que hemos vivido fueron verdaderas lecciones de cómo ayudar al prójimo, compartir lo que tenemos, no perder la fe y mantenernos unidos, porque esa unidad nos hacía más fuertes. En días recientes, fuimos testigos de reacciones adversas a un evento en el que la brisa acompañaba un bello amanecer.
Estas líneas de hoy deben convertirse en una expresión de solidaridad hacia la gobernadora de todos los puertorriqueños, a quien le ha tocado ser víctima de ridiculización, por un momento trivial, incluso irrelevante, ocurrido mientras se dirigía a una entrevista televisiva. Un acontecimiento fuera de su control —y de quienes la acompañaban ese día— se convirtió en una tarjeta de críticas despiadadas, insultos y ataques personales en un tono violento, despectivo, irrespetuoso y, en ocasiones, claramente sexista.
Comenzaré por señalar que vivimos en una sociedad retrógrada, donde aún habitan personas sin principios, sin valores y carentes de educación cívica. Por años, se ha impulsado una campaña mundial contra el bullying, pero parecería no tener efecto alguno, ni en niños ni en adultos.
A las mujeres nos ha costado mucho eliminar obstáculos profesionales, salariales y sociales. Cada día se lucha por derechos que, aún en pleno siglo XXI, siguen sin garantizarse plenamente. El estigma de ser el “sexo débil” y la supuesta fragilidad física persisten. Pero ha sido precisamente ahí donde muchas de nosotras hemos demostrado ser más fuertes que cualquiera.
Vivimos en una sociedad transformada por la inmediatez de las redes sociales y los medios digitales, donde expresar una opinión toma segundos, pero rara vez con profundidad intelectual. Aunque ya han pasado varios días, continúan las burlas hacia la mandataria. Es admirable que haya demostrado firmeza y carácter, pero también es una situación embarazosa, atropellante y ofensiva en todas sus formas.
Nuestra sociedad ha perdido la capacidad de analizar cómo este tipo de ataques se entrelazan con la equidad de género y la madurez social. No quisiera concluir que estamos en medio de una crisis de valores, pero resulta evidente que enfrentamos una gran mediocridad humana. Olvidamos que cualquiera de nosotros —o de nuestras hijas, madres, amigas— podría ser víctima de un ataque semejante, injusto y desproporcionado. ¿Estamos ante una falta de madurez colectiva, o simplemente frente a una fría venganza política motivada por su figura?
Los opositores, sin duda alguna, han demostrado una total carencia de clase. Sus ideales y creencias parecen tan vacíos como los comentarios que han expresado: simples ejemplos de bajeza. La madurez ciudadana se mide en cómo tratamos a quienes piensan, actúan o lucen diferente. El respeto no es debilidad; es el primer paso hacia una sociedad justa y competente. Todos fuimos testigos de lo que sucedió. Y como el viento que sopla, siempre trae algo consigo. Espero que este episodio le sirva a nuestra gente de lección: para aprender a respetarnos mutuamente y procurar, de una vez por todas, construir un mundo mejor, en vez de destruirlo.
La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo
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