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Foto del escritorEditorial Semana

El valor del trabajo comunitario




Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Por mucho tiempo el esfuerzo propio y la ayuda mutua, dirigía la vida diaria comunitaria de nuestro país. En cada comunidad los vecinos se juntaban para construir, por ejemplo, capillas, pozos comunitarios, desyerbos de caminos y se juntaban los locales para organizar grupos deportivos, así florecían pequeñas ligas de “baseball”, como le conocíamos y baloncesto.


Tanto capillas como algunas escuelas se ubicaban muchas veces en terrenos que algún miembro del sector donaba para asegurarse que su comunidad contara con iglesia y/o escuela. Los espacios comunitarios eran custodiados, atendidos y utilizados por la gente de la misma comunidad principalmente y los materiales y la mano de obra se conseguían con voluntariado y venta de sándwiches, bacalaítos, ferias y machinas, ventas de almuerzos, rifas, bingos, entre otras iniciativas en las que la gente del barrio aportaba con el único interés de hacer realidad el proyecto que entendían a todos beneficiaba.


Esta realidad se daba en los barrios y urbanizaciones que hace unos sesenta o cincuenta años atrás florecían por toda la ciudad. Pero pasó el tiempo y por los cambios sociodemográficos movió gente de lugar y llegaba gente que necesariamente no sentía ese compromiso. Pero quizás lo peor fue el impacto que causaron las ayudas del gobierno que hizo que muchos se alejaran de aquel compromiso con el esfuerzo y ayuda mutua y comenzó la actitud de lo que hoy llamamos “el mantengo” y que el gobierno resuelva.


Pero no se ha perdido totalmente la esperanza. Bien vale la pena conocer y visitar las iniciativas que contra viento y marea algunas comunidades, barrios y sectores han mantenido para atender sus necesidades, hacer buen uso de sus espacios y recursos, promover el emprendimiento y el desarrollo económico de su gente, volviendo a ser la comunidad gestora de ideas e iniciativas y el gobierno participando como un socio y no como el dueño y señor y proveedor de todo. En muchos pueblos se esta viendo este resurgir, pero en Caguas bien vale la pena visitar a sectores en los barrios de Tomas de Castro y barrio Borinquen en los que la gente está tomando en sus manos los asuntos de su comunidad con proyectos e iniciativas dignos de conocer e imitar. Tuve la oportunidad de visitar en el barrio Borinquen el acueducto comunitario, que podemos pensar que lo hay en muchos sectores, pero no como el que allí han logrado. La integración de la conservación del ambiente, el buen uso de sus recursos naturales, unido a una visión de empresarismo y desarrollo económico sustentable y comunitario, hace de su proyecto un ejemplo a seguir y a reconocer.


Allí mismo vimos como la comunidad ha rescatado sus carreteras y no sólo la limpieza y orden se identifican rápidamente, sino también, un sentido del valor del buen uso de la tierra, la reforestación, la siembra de alimentos, la empatía con la necesidad y el enseñar a valorar lo local y la buena alimentación, hacen que al pasar por los sectores de deseos de quedarse en el lugar.


Las ideas y el emprendimiento no se quedan ahí, cuentan con aguas de manantial que suplen a través de su sistema de acueducto comunitario a toda la comunidad por un muy módico pago. Inician un proyecto de siembra con sistemas acuapónicos y puedes disfrutar de sabrosas alcapurrias y hasta almuerzos en su nuevo proyecto de un “food truck” al cual puedes visitar al llegar al sector en el que además de trabajo voluntario, generan empleos. No me daría el espacio para compartir, lo admirable del trabajo del Barrio Borinquen de Caguas, solo me queda por invitarles a que se den una vuelta por el área, disfruten y apoyen estas gestas de base comunitaria, que le dan esperanza a Puerto Rico y nos dejan saber que si nos juntamos solucionamos.

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