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Foto del escritorEditorial Semana

La microsociología de la Plaza Palmer (conclusión)




Por: Juan Illich Hernández


Entretejiendo cada una de las piezas del rompecabezas de lo que forma parte integral de la estructura social y cultural de la Plaza Palmer, encontramos que esa esencia de sabor a pueblo aún aromatiza cada uno de sus rincones el orgulloso sentimiento del criollismo cagüeño. Tanto es así, que al recorrer hoy los quioscos, gente, grandes arquitecturas, atracciones e interacciones simbólicas (emociones, relaciones sociales, etc.) resulta ser un dinamismo psicológico y sociológico totalmente distinto al que estribaba no solo en los tiempos de antaño, sino también en otras regiones municipales del país.


Bajo este trasfondo descriptivo es que la microsociología de todas las plazas públicas del mundo ha ido reconstruyendo y coloreando sus nuevos aditamentos para capturar la atención psicosocial de las masas. El mejor ejemplo que recrea este señalamiento es el equiparamiento de zonas WIFI y con HOTSPOTS. Este es uno de los activos más atrapantes de la Plaza Palmer, que a diferencia de otras plazas en la Isla no poseen. Dichas características para la cultura juvenil actual e incluso para otras poblaciones adultas invita a que, si mínimamente ibas de pasada por el casco urbano, puedas sacar un espacio de esparcimiento por el área.


Queda claro, que dependiendo del contexto social e histórico las cosas y sus formas irán intercambiándose de acuerdo a las necesidades económico- políticas del momento. De hecho, como producto de la falta de comprensión histórica que vivimos se debe más bien a la ausencia de no atemperar los entornos públicos, justamente como son las plazas a esas exigencias materiales objetivas. Quiérase decir, que el efecto de la socialización que desarrollan los contextos sociales de alta fluidez e intensificación sea en espacios públicos como privados requerirá antes que todo del feroz, pero complejo sentimiento de arraigo. Ha sido esta sensación psicoafectiva el verdadero desencadenante para impulsar hacia otros ámbitos el rediseño arquitectónico de lo que contemporáneamente se denomina plaza pública.


Al explorar las diversas prácticas y procesos socioculturales por los que ha atravesado la Plaza Palmer, sean para modernizar o más bien destacar su esencia histórica desde que fue fundada en el 1814, según mi posicionamiento como observador, el sentimiento de pertenencia cagüeño aún hoy se mantiene intacto. Lo curioso de todo esto, es que la grandeza de la indescriptible expresión y sensación psicoemocional de ser cagüeño no reside en las distintas actividades culturales que hace en este espacio el municipio o departamento de desarrollo económico, sino más bien en los trueques entre las personas. Es importante mencionar, que cuando estamos refiriéndonos al término trueques, de lo que nos basamos es en los múltiples dinamismos enérgicos, emocionales, verbales, físicos, gastronómicos, narrativos, entre otros que comparten las masas dentro del hábitat de la plaza. Y es prácticamente en ese intercambio cultural que se cultiva el verdadero sabor a pueblo e incluso sentimiento de arraigo.


Así que, entre tantos revuelos de actualizar los espacios, desplazamientos de medianos y pequeños comerciantes, la sinvergüencería de mantener parquímetros, etc. todavía el baluarte preciado del casco urbano cagüeño que es su plaza Palmer preserva su valiosa y cálida identidad de pueblo. Por tal motivo, es que resulta mandatorio el continuar impulsando no solo distintas funciones dentro de estos entornos, sino también de abrir nuevamente las tertulias, foros, artesanías, etc. de las numerosas organizaciones sociales y comunitarias que hay. De este modo, el interés por transitar por la plaza se hará una experiencia recurrente, amena y a su vez educativa para todo tipo de público.

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