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Foto del escritorEditorial Semana

La paz no explota




Por: Lilliam Maldonado Cordero


Desde pequeños, aprendimos a disfrutar del espectáculo que ofrecen los fuegos artificiales. Sin embargo, detrás de su vistosidad se encuentra el sufrimiento de miles de personas y animales que no entienden estos estallidos pues los escuchan en rangos mucho más elevados que el resto de nosotros. Los bebés y niños, los ancianos, las personas que sufren del espectro autista, la naturaleza y los animales pasan horas de angustia a merced de las explosiones continuas que se escuchan durante estas épocas.


Recientemente, fue enmendada la Ley contra la pirotecnia para hacerla más abarcadora. Prohíbe la tenencia, uso, fabricación, importación, venta, ofrecer, entregar a cualquier persona o disponer de artificio o producto de pirotecnia, imponiendo multas desde $500 hasta $25,000, cinco años de reclusión, o ambas penas, de acuerdo con la discreción del tribunal. Los fondos recaudados por estas multas serán distribuidos entre la Policía, los Bomberos, la Sala de Emergencias y el Hospital de Trauma del Centro Médico. ¿Por qué estas multas están destinadas al principal hospital de Puerto Rico? Aparte de provocar incendios o intoxicaciones a personas con padecimientos de las vías respiratorias, el uso de pirotecnia puede causar lesiones oculares y auditivas, quemaduras severas, heridas abiertas, pérdida de partes del cuerpo y hasta la muerte. Atender estos traumas tiene el potencial de costar al pueblo, cada año, millones de dólares en procedimientos quirúrgicos, amputaciones, prótesis, tratamientos en unidades de quemados y el seguimiento médico a estos pacientes durante años.


El entorno también se afecta enormemente por el uso ilegal de la pirotecnia, pues no solo contamina con ruido. También contribuye con la contaminación del aire y los cuerpos de agua con la pólvora y un sinnúmero de productos químicos que utiliza, afectando de manera irreversible nuestros ecosistemas.


A su vez, la pirotecnia causa estrés y ansiedad a las personas con el espectro de autismo y trastornos del procesamiento sensorial, que no perciben los estímulos auditivos de una manera habitual. Estas fechas, que para la mayoría son de fiesta y celebración, son un calvario para los niños y adultos con autismo, al igual que para sus familiares que sufren la angustia e impotencia de no encontrarles consuelo, y se colocan en la obligación de encerrarse, poniéndoles cascos para mitigar los ruidos y hasta medicarlos. Lo mismo pasa con las mascotas, muchas de las cuales se desorientan, huyen de sus hogares y terminan desaparecidas, alejadas de sus familias, hundiendo en sufrimiento a sus dueños, muchos de ellos niños que se quedan esperando por su regreso.


Cabe felicitar a las autoridades por impulsar la reciente campaña educativa “La paz no explota” para desalentar el uso de la pirotecnia. Al final, la pirotecnia no solo afecta emocionalmente a muchos seres vivientes. También tiene un impacto en el entorno envenenando el aire y los cuerpos de agua. Quienes único se benefician son aquellos que se enriquecen sabiendo que se encuentran violando las leyes. Este es un comportamiento antisocial comparable con la distribución y venta de drogas ilícitas, pues la vía de ingreso a nuestro país es, muchas veces, la misma.


Antes de comprar pirotecnia, pensemos en las consecuencias para miles de niños, ancianos y dueños de mascotas y sus familias. Según los Evangelios, el Jesús de la Navidad preguntó a sus seguidores, “¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua amarga?” Si la Navidad, Año Nuevo y el Día de Reyes son fechas para la reflexión de los cristianos, entonces demos testimonio de ese compromiso de solidaridad con nuestros iguales.

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