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Orgullo y gloria




Por: Lilliam Maldonado Cordero


Cuando una mujer tiene un logro, el que sea, ha tenido un costo mucho más elevado que la inversión hecha por cada victoria de nuestros pares, los hombres. Esto no es una queja. Es un hecho histórico que se ha ido visibilizando, desde el acceso a la educación, mejores cuidados médicos, y derechos humanos y universales. El deporte no es la excepción.


Gracias a la tecnología, millones podemos disfrutar de la entrega de nuestros atletas en las Olimpiadas París 2024, y vemos con orgullo como nuestras delegaciones nos han representado en estos y otros juegos de años anteriores, tanto participantes masculinos como femeninos. No obstante, el deporte femenino ha enfrentado muchos obstáculos que ha tenido que superar. Para 1896, cuando se llevaron a cabo los primeros Juegos Olímpicos modernos, se dice que su fundador, el barón Pierre de Coubertin, se oponía a la participación femenina y expresaba que el rol de las mujeres en estas competencias era aplaudir.


Fue en la edición de 1900 de estos Juegos en París, cuando por primera vez las mujeres participaron, pero solo en ciertas disciplinas. De 997 atletas, únicamente compitieron 22 mujeres. Sin embargo, se conoce que en la Grecia antigua hubo participación de mujeres, aunque no fue hasta cuatrocientos años después de sus inicios que una princesa espartana llamada Cinisca gana una competencia olímpica. Claro, las mujeres espartanas tenían acceso a muchos derechos y autonomía que mujeres de otras ciudades no tenían, como ser negociantes, heredar, y poseer tierras, propiedades y educación. Siglos después, todavía se priva a muchas mujeres del mundo de acceder a estos y otros derechos.


Sobre otras batallas enfrentadas por las mujeres por la equidad, no fue hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 que finalmente se reconoció su derecho para acceder al voto, aunque anteriormente en algunos países las mujeres ya habían podido sufragar.


Fue en los Estados Unidos de 1870 cuando votantes pioneras ejercieron este derecho, luego de amplios debates políticos. A su vez, la primera en ejercer el derecho al voto en Argentina fue la médica y política Julieta Lanteri, que pudo estudiar medicina por virtud del apadrinamiento de un hombre -no hubiera podido de otro modo-. En 1911, al advertir que los criterios para acceder al voto no excluían a las mujeres, Lanteri no lo pensó dos veces y llenó una hoja de inscripción de voto. Hacerlo le fue retado, pero luego su voto fue validado por un juez. Tras similares luchas, la primera ecuatoriana en votar -en 1924- fue la médica, poeta y activista femenina Matilde Hidalgo. Inglaterra aprobó el sufragio femenino en 1928. Las mujeres colombianas pudieron acceder a su ciudadanía completa con el derecho al voto en 1954. En Puerto Rico, gracias a las luchas feministas, las mujeres obtuvimos el derecho al voto en 1929. Cabe destacar que para que una mujer de entonces pudiera votar estaba condicionado a criterios como tener educación, ser propietaria o hasta contar con el aval de un marido.


En fin, cuando veamos a nuestras atletas fajándose en París, recordemos y reconozcamos la batalla que las mujeres hemos tenido que dar para abrirnos camino solidariamente. Deleitémonos, también, en cada demostración deportiva de ellas y celebremos sus triunfos. No olvidemos que el medallero olímpico de Puerto Rico cuenta con unos cuantos metales disputados y ganados por mujeres. Ellos nos llenan de orgullo y ellas nos cubren de oro y gloria.

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