Por: Juan Illich Hernández
Año 2025: ¿Retorno del oscurantismo medieval o de la acción directa?
Entre tantos vaivenes, amenazas territoriales, amarillismo y cambios sociopolíticos a nivel global, justamente como el triunfo de la ultraderecha en los Estados Unidos, Argentina, Perú, Nicaragua, Chile, Hungría, Bélgica, entre otros, se transpira una inquietud de qué nos espera. Tales efectos prácticamente están ya asentados en nuestro propio estilo de vida y desarrollo psicoemocional bajo el temible, pero complejo nombre de la ansiedad. Lo especial de todo este paradójico meollo es que hemos asimilado de forma natural estas destructivas sensaciones de incertidumbre, neurosis obsesiva, individualismo e intransigencia totalizadoras como nos diría el filósofo Jean Paul Sartre (1960).
Cómo efecto secundario de estos dinamismos socioculturales, actualmente lo que es derecha ideológica ha sido tornado en algo más multiforme que en lo que solía ser ideológicamente hablando. Este mismo hecho y fenómeno social también es observado en el ala de la izquierda bajo figuras de renombre “revolucionario” en España con el PSOE, en Francia con el “Renacimiento”, en China con el Partido “Comunista” y hasta en Puerto Rico con el PIP. Y, ¿qué quiero decir con este planteamiento? La supuesta venida del cambio social, sea bajo derecha versus izquierda en estos momentos históricos ha traído más problemas que resoluciones, por lo que la división entre clases sociales prosigue en escalamiento.
Así que, si englobamos socialmente la situación sociopolítica, tanto a nivel micro como macrosocial el plan del plan como diría el niño mimado de “papi Roselló” está en vías de desarrollo. Escombros como el déficit presupuestario, la injusta imposición de una Junta de Control Fiscal, la inacabable inflación, la privatización de la educación, aumento de los índices feminicidas, el desmantelamiento de los derechos humanos, el traspaso del trabajo intelectual por la inteligencia artificial, la deportación hispanoamericana, etc. resaltan que la crisis heredada si no es combativa, terminará sepultándonos. Es por ello, que la devastación que técnicamente nos arropa mental, física y espiritualmente desde los tiempos de antaño colonialmente hablando, hoy recibe otros términos con el fin de pasar por inadvertidos los verdaderos malestares de la cultura.
Es en ese sentido, que problemas globales como la venida de una tercera o cuarta guerra mundial y crisis de todo tipo (fiscales, pandémicas, maníaco- depresivas, etc.) para muchos científicos sociales no pueden ser resueltas como cualquier asunto de índole económico- político. Por tal motivo, la respuesta parlamentarista y/o político social no es el razonable antídoto ante las distintas recetas alquimistas que recurre el aparato gubernamental en cuyo caso aquí son improvisaciones de último minuto las cuales solo le cambian el nombre al dilema.
Siguiendo esta línea de pensamiento, considero que de las mejores alternativas auxiliares para confrontar estos múltiples arrastres histórico- culturales es y seguirá siendo la acción directa. Aunque esta herramienta no es provista como una idónea fórmula, dado a que las tácticas instrumentales que envuelven provienen del campo de la anarquía en términos prácticos, sus resultados por lo general rinden frutos. Si le echamos un ojo acerca de cómo muchas comunidades estigmatizadas han perseverado durante estos últimos años ha sido mediante estrategias bien autogestionadas y autoorganizadas para ejercer bajo presión el objetivo a perseguir. Ejemplos como bloqueos, huelgas, desobediencia civil, apropiación de los espacios, muralismos y piquetes continúan denunciando e inclusive expresando el sentir de la sociedad.
Frente a este vertiginoso y nublado futuro oscurantista que se avecina donde la mirada sofocante de los fundamentalismos ya no descansa solamente en el seno moralista-religioso, sino más bien en capital financiero, la resolución de este 2025 estará en la acción social directa…
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