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Reactualización del teatro de guerrilla (Parte I)




Por: Juan Ilich Hernández


Al escuchar y leer el término “guerrilla” ya de antemano comenzamos a sugestionar, cuestionar e incluso dudar de lo que posiblemente sería el objetivo del tal concepto. Sin embargo, cuando hacemos alusión a tal definición y clasificación “guerrilla” es más bien basándome en el enfoque vanguardista/marxista de hacer valer trabajo organizativo de abajo hacia arriba. Tales efectos bien que se armonizan y concretizan en el espíritu no solo teatrero, sino más bien artístico. Eso sí, el teatro obrero o teatro de guerrilla a nivel sociohistórico siempre ha sido caracterizado por el expresar, verbalizar y concienciar a las masas el crudísimo sentir físico, mental, y espiritual de las clases sociales trabajadoras y hasta más subordinadas (comunidad LGBTTIQ+, indocumentados, afrocaribeñas, entre otras).


Si nos remontamos al origen del teatro per se en la Isla, hallamos en sus fuentes históricas que este dibujó sus primerizas siluetas bajo el cuerpo religioso- católico. Su fin consistía en el control y lavado de cerebro hacia las tribus indígenas. A pesar de que en los próximos siglos se fue suscitando un notorio sincretismo ético- moral o fusión de prácticas socioculturales y costumbres entre los colonos, aborígenes y negros esclavos, logró prevalecer el juego del arte escénico de la ruptura.


Así que, según nos evidencia el historiador cagüeño Juan David Hernández León (2014) en su emblemático texto “Nuevas Fuentes para la Historia de Caguas” “el arte escénico fue utilizado como medio pedagógico o doctrinario, mediante el cual se rompía la hegemonía ideológica de nuestro criollo”. (p.189)


Frente a esta específica situación, las clases sociales más subordinadas o vulnerables como siempre han sido la mano de obra barata, raza afrodescendiente, indigentes, etc. es que estos se organizan bajo una célula artística con corte crítico- reflexivo en sus fundamentos para concienciar y transformar la sociedad civil. Además, de esta manera van impulsándose las persistencias ante las múltiples injusticias y sofocantes opresiones que arremeten los poderes supremos contra el colonizado.


Es en ese sentido, que actualmente los movimientos sociales como los feministas, ecologistas, de arte urbano, comunitarios, estudiantiles, entre otros, han adoptado la iniciativa de recoger los principios básicos del teatro obrero para defenderse de los diversos atropellos que el sistema neocolonial y de consumo hace contra las masas. Este tipo de acción y práctica social en el país comenzó a tomar un mayor auge durante el siglo XIX, justamente cuando estaba entrando en vigor la violenta política del régimen de la libreta. Quiérase decir, que según Hernández León (2014) que toda persona que optara por vivir en talas bajo ese mandato estatal en ese decimonónico siglo como le pasó al jíbaro puertorriqueño, tenía que estar sometido a dicha impunidad política.


Ante el nefasto acontecimiento del régimen de “La libreta” y a su vez “Reglamento” para los trabajadores o jornaleros se explora la alternativa del recurrir al teatro como instrumento revolucionario con miras a sacudir, provocar y concienciar a las masas. En efecto, al sol de hoy aún se mantienen vivos estos métodos, solo que, desde otros medios instrumentales, justamente como ha sido el perfomance colectivista que emplean los movimientos radicales (estudiantiles, feministas, disidentes, etc.). Lo característico de estos nuevos colectivos es que utilizan dentro de su arte escénico, tanto a nivel individual como grupalmente el factor de los artefactos tecnológicos en el espacio que vayan a apropiarse.


En resumen, el teatro de guerrilla u obrero, en términos generales no se desprende de sus raíces sociohistóricas, ni mucho menos actuales sobre nuestra realidad social puertorriqueña (continuará)…


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